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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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09-01-2014

 

 

La corporación militar y la muerte de Dalmao

 

SURda

Opinión

 

c.e.r

“Oficiales, oficiales,

Teneis mucha gallardía

Veremos si sois valientes

Cuando llegue nuestro dia

 

Más de una vez hemos señalado la naturaleza corporativa de los militares uruguayos. Es una estructura vertical que durante toda su historia actuó al servicio de las clases pudientes, cumpliendo –como subordinada a la misma- un papel reaccionario.

Su “orden” es el “orden burgués” y por esa esencia siempre será enemiga de las clases populares y particularmente de los trabajadores y asalariados de la ciudad y del campo. Los “más infelices” de la sociedad nacional, desde los tiempos de Artigas al presente y, atravesando todas las vicisitudes de la sociedad de clases, desde la colonia hasta la sociedad actual.

En dos oportunidades históricas, esa corporación –al principio, incipiente- protagonizó quiebres institucionales graves: durante el militarismo de Latorre, Santos y Tajes y durante la crisis de fines de los años 60 y comienzos de la década del 70. En esta última oportunidad, la corporación que 100 años antes era incipiente, recibió un empuje consolidatorio evidente.

Carlos Real de Azúa –en uno de sus múltiples ensayos- ha hecho la historia y la radiografía del proceso. Y en esa historia, para su período último y más reciente, la “tiranía militar” ha contado con dos altos oficiales de esas mismas fuerzas armadas, que han hecho también su aporte: el general Licandro y el general Pedro Aguerre Albano.

No es casualidad que Licandro, recomendara después del último quiebre institucional una depuración a fondo del cuerpo de oficiales, empezando por los apellidos de los oficiales ligados por lazos de parentesco, con los principales jerarcas militares de la tiranía. Era, esa posición –lúcida y civilista- una verdadera estocada dirigida al corazón- del sistema corporativo militar vigente.

Las corporaciones tienen la tendencia a trasmitir familiarmente el germen de la casta , o sea un grupo que dentro de la corporación es portadora de tradiciones familiares militaristas. Depurar a la corporación de esos elementos –máxime después de hechos graves como la última tiranía militar- es no solamente necesario y conveniente, se convierte en una razón pública de salvaguarda institucional que no necesita mayores justificaciones.

El sepelio del general Dalmao , fallecido recientemente en régimen de presidiario, por una dolencia que le fue dictaminada antes de su procesamiento , fue oportunidad, nuevamente, para un ataque- de los miembros más reaccionarios y revanchistas de la corporación- a la sociedad civil.

El orador –en la crónica periodística se dice- que era “un compañero de promoción”, en representación del cuerpo de oficiales, sabiendo que el occiso y su familia rechazaron los honores militares tradicionales (el toque de corneta y demás) se “colaron” por tanto en la ceremonia para hacer el teatro de siempre, del “honor ultrajado y agredido”.

Así se volvió a agredir “la democracia” o sea el régimen de plenas libertades civiles que ellos conculcaron durante su criminal asalto a las instituciones, hasta que el pueblo les dijo que no los quería más ( en comicios de consulta convocados por ellos mismos ) y que se fueran -con todos los entorchados- para sus casas.

Dalmao entonces, en esa interpretación antojadiza de invitados no deseados- era un muerto” de la democracia”, por obra además de magistrados “corruptos”. Y no satisfecho con la tirada, además, el citado oficial retirado prometió “venganza”.

Si alguien en “corrupto” en la institucionalidad democrática representativa uruguaya es el cuerpo de oficiales –superiores, intermedios e inferiores- de las fuerzas armadas, en sus tres ramas: el ejército, la fuerza aérea y la marina. Corrupción instigada y estimulada en el mismo período de la tiranía militar y que se prolonga hasta el presente, durante los gobiernos “de la democracia”, incluida en ésta: el actual periodo fraudeamplista.

Recientemente, Samuel Blixén en un artículo periodístico, publicado inicialmente en “Brecha” pero reproducido profusamente en la prensa alternativa, se ha dedicado a examinar el sistema jubilatorio de los oficiales de las fuerzas armadas, tema en el que ha sido pionera, la senadora Constanza Moreira. En ese artículo se ha difundido, popularizandolo, el régimen privilegiado e injusto, que favorece a dichos oficiales, en contradicción de las normas jubilatorias que son válidas para el conjunto de los demás asalariados nacionales cuando llegan a su retiro. Las castas, se asientan, en toda sociedad, a través de privilegios institucionales, que le marcan a los componentes de la corporación, su rol “favorecido” en la sociedad.

Siendo las fuerzas armadas, un segmento netamente “improductivo”, de “lastre” sobre las finanzas y la recaudación pública. Siendo sus equipos (barcos, lanchas, aviones, helicópteros, tanques y misiles) financiadas por el pueblo, pero empleadas en su contra, además de las armas convencionales (fusiles, ametralladoras, granadas y metralletas) el tema es de un evidente interés público.

Si sumamos al balance las tristemente célebres ”misiones”, cuya única finalidad es salvar “financieramente” a esa casta militar de la corporación en el papel de lacayos- contra otros pueblo-, del imperialismo de turno, el panorama es meridianamente claro para la mayoría de la opinión pública.

Las “memorias” de cierto “soldado oriental” con el rango de general, son bien ilustrativas en esta radiografía personal, de los privilegios de “un oficial” (que por lo tanto nunca fue “un soldado”) en la estructura de la corporación. Porque el general de marras “se divertía” verdugueando a los cadetes a los que hacía correr hacia su presencia para que se estrellaran contra una pared de vidrio, interpuesta entre el “superior” y el cadete “subordinado”. Todos “vicios y excesos” que los presos políticos contemplamos hasta la náusea, en los cuarteles en los que nos tocó pasar parte de nuestras detenciones.

Volvamos ahora a la corporación militar en el incidente Dalmao.

Como todos saben –aunque la prensa seria lo silenció- la familia Dalmao no aceptó parte del rito que quería hacerle la corporación en su entierro porque consideran –y con justísima razón- que la misma corporación “lo abandonó” a su suerte.

Del expediente del caso Nibia Savalzagaray, de las declaraciones del mismo Dalmao, y de los testigos que abrieron el cajón con la militante asesinada se desprenden dos cuestiones básicas: que la misma fue torturada en una dependencia militar cuando estaba en la misma en calidad de detenida y que la historia de su “suicidio” es inconsistente. A “alguien” o a “algunos” se le “fue la mano” como se decía entonces.

La corporación militar, como ente colectivo, tiene “a su interna”, conocimiento perfecto de los hechos, sabe perfectamente quíenes son los culpables. Pero prefiere “abandonar” a Dalmao a su suerte, y salvar a los verdaderos asesinos. Si Dalmao, en su ordalía particular muere, la corporación militar lo aprovecha como “mártir”, para denunciar las “persecuciones” que dicen que los aqueja y por el camino dejan “el honor, la decencia y la moral”, salvan por lo menos a uno de los asesinos y ni siquiera lo sanciona. “El muerto al hoyo, el “vivo” al pollo” es la lógica perversa de esa corporación.

La “democracia” -esta tan cojitranca que padecemos-, juzga a través de los organismos del poder judicial, con todas las garantías del proceso, con abogado defensor y sin apremios, sevicias y torturas a los detenidos como” era la norma durante “la tiranía. Dalmao, cometió contradicciones en las dos declaraciones a las que fue convocado. Y si era inocente, podía perfectamente bien, señalar al o los verdaderos asesinos.

Y si era inocente, porque era alférez en el momento, “en los papeles”, que es lo que cuenta, era también, el segundo del S2( porque su “jefe” Mario Segnini estaba arrestado por haber hecho uso irresponsable de un arma y herido a un colega). El S2- por disposición de las jerarquías militare-, era el responsable de los interrogatorios a los detenidos.

Si porque era alférez, lo “botijearon” y aprovecharon la oportunidad para exigirle que firmara el acta falsificada del “suicidio” de Nibia Zabalzagaray , y la bolada la aprovechó el verdadero asesino para eludir responsabilidades, lo que tiene que hacer la corporación de los oficiales, es restablecer la verdad, por los medios que tienen “en la interna” . Y no salir del problema, haciéndose los ofendidos.

Porque en nuestro país, todavía ejerce la presidencia de la Republica, un presidente que ya ha sido chantajeado antes (el incidente de las “amenazas” grabado en un tape). Porque en nuestro país, ejerce el ministerio de defensa cierto político sin votos y sin credibilidad pública, que además se ha caracterizado por defender a rajatablas a los oficiales acusados de crímenes y dificultar las gestiones de la justicia y de las organizaciones sociales es que estamos retrocediendo a los tiempos inmediatamente posteriores a la dictadura cuando cierto oficial superior se atribuía el derecho de no obedecer a los mandatos de las autoridades y guardar los expedientes en su caja fuerte.

Y a ese mismo funcionario lo ha ratificado el futuro presidente en el cargo, cuando evidentemente es una decisión desafortunada que solo trae problemas y les da alas a los sectores más conservadores y reaccionarios de las denominadas fuerzas armadas.

De toda esta situación se sale de dos maneras: ya sea por una intervención enérgica de los mandos civiles que hacen valer su pre-eminencia democrática, su papel de depositarios de la soberanía popular a través del acto eleccionario. Cuestión que hizo valer Tabaré Vázquez cuando el General Diaz y Dalmao, concurrieron a cierto asado, con el político Sanguinetti y que le costó al citado general su mandato.

La otra vía, es una intervención del mismo cuerpo de oficiales, que rompe definitivamente los lazos con los oficiales retirados, todas las rémoras antidiluvianas de la pasada tiranía, con su pasado criminal a cuestas. Esa vía también se intentó cuando ciertos generales golpistas –en su momento- fueron desautorizados expresamente, en una asamblea de oficiales. Seregni, Licandro y otros fueron –en aquel momento- los ganadores de la pulseada. Como se vé antecedentes no faltan.

Cualquiera de las vías, o una combinación de las mismas , es perfectamente posible.

(PD) En las últimas horas, cierto semanario de la derecha liberal uruguaya, que se encarga siempre de publicar a los oficiales superiores detenidos en Domingo Arena, y publicar también las declaraciones corporativas de las promociones militares, en la mejor tradición de cierto “coloradismo golpista” de larga data en Uruguay, tomó a su cargo publicitar, la amenaza de “venganza” de cierto militar retirado, sin mando de tropas y metido a orador “de colado” en sepelio donde no pudieron hacer como ellos quisieron.

Sobre el tema hemos hablado en este articulo. Sobre el criterio de “venganza” no.

La fiscal Mirtha Guianze, se refirió al tema en palabras dignas, mesuradas, dichas por una fiscal que consecuentemente, además, es mujer. De las dignas mujeres uruguayas. Poco hay que agregar a sus palabras y, particularmente a sus demandas .

No creemos en ciertas amenazas de venganza, por variados y múltiples motivos que se pueden sintetizar en lo siguiente: las corporaciones no se suicidan.

Los fanáticos y “loquitos” si. Todo esto es mariscaleo interesado de imbéciles .Que el oficial y otros cabezas calientes hagan lo que quieran, sabiendo los demás, la inmensa mayoría que, como decían nuestras abuelas: Maldición de burro, nunca llega al cielo. Y basta!!!!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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